jueves, 16 de marzo de 2017

Nota con Carlos Talavera - Director del Cuarteto Santa Ana - Federal (ER) - Febrero de 2000.

Cada febrero, indudablemente, el escenario "Ernesto Montiel" del Festival Nacional del Chamamé del Norte Entrerriano en Federal recibía -especialmente en la apertura del la grilla artística del día sábado- al Cuarteto Santa Ana dirigido, por entonces, por Carlos Talavera (Garupá, Misiones, 1941 - Corrientes, 2012), depositario de una institución musical de gran trayectoria y reconocimiento que es sindicada -incluso por el mismo Talavera- como "tradicionalista", característica que, a mi modesto saber y entender y conforme las expresiones de muchos investigadores, no es acorde con la impronta que Montiel -una vez que quedó a cargo absoluto de la agrupación- puso como eje sonoro, creativo, compositivo, tímbrico, armónico, melódico y aún en el protagonismo de instrumentos y voces -contrapuntos, tensiones y distensiones entre frases musicales, etc.- en un plano de búsqueda, complejidad y originalidad que lo llevaron más allá del tradicionalismo. 
Impulsor del denominado chamamé siriri -chamamé elegante, altivo, de ritmo moderado originado al este de la provincia de Corrientes, en las márgenes del Río Uruguay- quienes conocen de cuestiones estilísticas dicen que su música fue influenciada por la cercanía de Río Grande do Sul, Brasil -él era oriundo del Departamento Paso de los Libres- cuyas especies musicales tienen un hermanamiento natural con la región argentina que limita con ella; también se habla un aporte a su estilo desde la región de Mato Grosso, con músicos como Dino Rocha y otros, Estado brasileño de una increíble inserción chamamecera. Como sea el Cuerteto Santa Ana sigue su imparable derrotero al servicio de la música del litoral, hoy bajo la dirección de Juan y Ernestito Montiel, de quienes también, más adelante, tendremos sus testimonios y viviencias respecto del carácter que, según su visión, debe tener el Cuarteto y cómo consideran esta nueva etapa del grupo.
Compartimos, entonces, aquellas palabras del maestro Carlos Talavera, registradas luego de la disertación de Constante Aguer en la Casa de la Cultura.
















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